REVISTA DE POR ACÁ

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lunes, 6 de agosto de 2007

El Chicali, vivito y coleando


A la memoria de Don Henry

Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar

Los admiradores del Chicali ya estaban preocupados. “¿Ya se murió?”, preguntaron a este reportero, después de varios meses de que no encontraban por ningún lado un nuevo ejemplar de la revista Chicali News. No les quedaba otra más que releer los anteriores o consolarse con las "Macuachadas" del semanario Zeta.

Y es que los monos y las sátiras del caricaturista Manuel Alberto León desde hace varios años han salido de las fronteras de su tierra natal, Mexicali. Han cruzado la línea internacional, hasta Los Ángeles; un tiempo también su revista circuló a nivel nacional. Y a través del mencionado semanario tijuanense su trabajo sigue estando presente en aquellos confines.

Por eso no resultaba extraño que más allá del paralelo 28, en la vecina Baja California Sur, sus fans se preocuparan por su estado de salud y especularan acerca de su posible muerte. Sinceros rostros de inquietud había, de quienes se sentían desamparados ante la falta de uno de sus caricaturistas favoritos.

Ahora, la chicalimanía se mantiene como en mejores tiempos en la ciudad de Guerrero Negro, B.C.S., ya que este reportero hace llegar hasta allá ejemplares del suplemento dominical con que Manuel Alberto León nos obsequia desde hace más de un año: el "Cronomonix".



Dibujas reflexionando

“¿Cómo es el León?”, preguntó cierta vez el autor de estas líneas a su colega y amigo Víctor Martínez Ceniceros, después de un evento en la entonces Escuela de Ciencias de la Educación donde participó el caricaturista más popular de Baja California.

"Igualito a como se dibuja", fue la respuesta. De modo que cuando Uno acudió meses más tarde a entrevistar al León, se llevó una grata sorpresa: frente a él no se encontraba ningún mexicalense mal vestido, desaseado, con aires de irresponsable y su infaltable caguama en la mano. Nada de eso.

Manuel Alberto León resultó ser un joven –joven, sí– agradable, que se conducía con amabilidad y cierta timidez, aunque la sonrisa no faltaba en su rostro. Modesto, sin los aires que podría darle la fama que sus aptitudes para el dibujo le habían retribuido ya. Y muy bien vestido.

Su modestia llegó a tal grado que no aceptó que se le tomara ninguna fotografía. “Es que no quiero que los políticos me identifiquen y luego quieran utilizar mi revista para fines partidistas”, se justificó bromeando. En lugar de ello, proporcionó al reportero algunos dibujos, envueltos en un cartón ilustrado con su típica imagen, el cual conserva como algo apreciado el autor de esta columna.

¿Cuál ha sido el secreto del éxito de León, que incluso lo llevó a abandonar su carrera de arquitecto para dedicarse a la monería? ¿Gracias a qué pudo darse el lujo de sostener durante un buen tiempo su revista con los recursos que obtenía solamente de su venta al público, sin necesidad de ofrecer espacios publicitarios –lo que es vital para cualquier publicación en México?

El Chicali –como también se le conoce– es auténtico. Los lectores buscan sus caricaturas porque se identifican con ellas, se ven retratados en sus trazos. La idiosincrasia del habitante de Mexicali, particularmente, está plasmada en sus cartones de una manera notable. El habla popular, el "chicalense" –diría el sociólogo Eugenio Guerrero Güemes– también ha quedado ahí registrada durante esta década y media, como valioso material para la sociología.

Simpáticos personajes como el Chicali, el Patuli, el compa Cute, doña Wisteria, entre otros, han acompañado a buena parte de los mexicalenses durante alrededor de quince anos, haciéndolos reír y –esto es muy importante– tomar conciencia de la problemática social.

Porque el León no solo busca divertir a sus lectores con su trabajo, sino que –como todo caricaturista que se precie de serlo– intenta hacerlos reflexionar. Político él mismo, irreverente a morir, Manuel Alberto no puede guardarse sus críticas a un sistema corrupto y cínico; tiene que pregonarlas a los cuatro vientos, repetirlas, restregárselas en la cara a todos aquellos que abusan de la sociedad de una y mil maneras.

Y lo hace de la mejor forma que puede. Dibujar reflexionando o reflexionar dibujando, es la estrategia que sigue León y por igual la aplica a tricolores y blanquiazules. Nadie se escapa de su sátira, independientemente del rango o status que posea.

Ésta es la principal valía de su trabajo: un compromiso a fondo con la comunidad, un acompañamiento hombro con hombro de la sociedad en el caminar a la búsqueda de un mundo mejor: más justo, más humano, democrático. Manuel Alberto se pone del lado del oprimido, de las victimas, de un gobierno de colores mezclados; es voz de los que no la tienen. Y actúa así, sin mayor compromiso que el de denunciar cualquier desviación en la ruta hacia el mañana que todos queremos.

Burlándose de sí mismo, ofreciéndose para el regocijo de sus lectores, León inicia el banquete de burladores de la voluntad popular. Como no queriendo la cosa, asesta fuertes golpes a la presunta legitimidad de los líderes que no responden más que a sus intereses particulares. Y con la otra mano alienta a las personas e instituciones que tienen en el beneficio del ciudadano su principal objerivo.

Los lectores de La Crónica debemos felicitarnos por el "Cronomonix", por las caricaturas de León que en ocasiones aparecen en las paginas del diario; y atender esa invitación suya a tomar en nuestras manos el rumbo de la sociedad.

No, el Chicali no ha muerto. Para nuestra fortuna, los que admiramos y valoramos su trabajo, sigue vivito y coleando.