Publicado en 1995.
Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar
¿Córno se abordará la historia en la próxima administración estatal? ¿Habrá una reescritura de la versión oficial o se continuará con lo que los gobiernos priístas nos han estado repitiendo toda la vida? ¿E1 nuevo gobierno del PAN al menos le dará importancia y no la desdeñará como lo hizo Ernesto Ruffo?
Preguntas cuyas respuestas podrían empezar a vislumbrarse ya. Sin embargo, habrán de pasar algunos años antes de que se tengan contestaciones definitivas.
La importancia del conocimiento histórico es tal que condiciona el comportamiento en el presente. Dicen que un pueblo desmemoriado repite sus errores. Y estos momentos de cambio, de realineación de las fuerzas sociales, de revivificamiento de grupos conservadores y retrógrados, son fundamentales para una revisión critica de nuestro pasado.
¿Córno se abordará la historia en la próxima administración estatal? ¿Habrá una reescritura de la versión oficial o se continuará con lo que los gobiernos priístas nos han estado repitiendo toda la vida? ¿E1 nuevo gobierno del PAN al menos le dará importancia y no la desdeñará como lo hizo Ernesto Ruffo?
Preguntas cuyas respuestas podrían empezar a vislumbrarse ya. Sin embargo, habrán de pasar algunos años antes de que se tengan contestaciones definitivas.
La importancia del conocimiento histórico es tal que condiciona el comportamiento en el presente. Dicen que un pueblo desmemoriado repite sus errores. Y estos momentos de cambio, de realineación de las fuerzas sociales, de revivificamiento de grupos conservadores y retrógrados, son fundamentales para una revisión critica de nuestro pasado.
Esto no lo tomó en cuenta el actual gobierno del PAN. Desde sus inicios, con su actitud de construir el futuro, no hurgó en lo transcurrido y privó a los bajacalifornianos de una gran oportunidad de ajustar la historia oficial; de poner a cada actor en su lugar; de recuperar para la memoria colectiva sucesos y personajes sin los cuales la edificación de la Baja California actual no hubiera sido posible.
La administración ruffista pudo haber cumplido con su responsabilidad, pero no lo hizo. Al contrario, al estudio histórico lo desestimó gravemente.
El Gobierno del Estado desapareció el Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), en su afán de reducir el aparato burocrático –para los panistas, y los priistas modernos, despedir burócratas, mandarlos a la calle a engrosar las filas del desempleo, en lugar de ser una vergüenza es motivo de orgullo–. Para justificarse, argumentaron que ya la Universidad realiza estudios en dicho ámbito.
Con sus deficiencias, el IIH llevaba a cabo labores de investigación y difusión. Era el depositario del Archivo Histórico del Estado, que entonces presentaba mayor accesibilidad para el público. Publicaba modestas monografías y también artículos en periódicos y revistas.
Si bien las actividades realizadas por el Instituto podían ser cuestionadas, la solución no era cerrarlo, sino reformar su estructura, reconsiderar sus funciones, fortalecerlo. Pero se optó por lo más fácil.
En la actualidad continúa funcionando el Archivo Histórico del Estado, pero obviamente sin los alcances que pudo llegar a tener el IIH. El Archivo publica un boletín, pero de limitada difusión. El elitismo otra vez.
El otro organismo del gobierno estatal que debió realizar investigaciones y difusión históricas es el Instituto de Cultura (ICBC). Pero este campo es uno de sus grandes pasivos:
Todo se circunscribió a la realización de ciclos de conferencias en los cuatro municipios de la entidad, con la participación de especialistas y pioneros de las comunidades. Sin embargo, la difusión de tales eventos fue tan deficiente que la asistencia era muy reducida. Y considerando además el nulo interés de los medios masivos de comunicación, puede tenerse una mejor idea del limitado alcance que se tuvo.
Lo expuesto en las conferencias pudo llegar al publico bajacaliforniano con la publicación de memorias, a lo que el ICBC se comprometió pero jamás cumplió. El desdén oficial por la historia nos hizo perder una gran oportunidad de conocernos a nosotros mismos.
Otro incumplimiento del ICBC ruffista fue el no llevar a cabo una nueva edición del Diccionario enciclopédico de Baja California, el cual se publicó durante el interinato de Oscar Baylón Chacón. Tal obra ha despertado siempre polémica, pues se alega –con justa razón– que no están todos los que son y no son todos los que están.
Ahí aparecen junto a los prohombres bajacalifornianos funcionarios y lideres priistas de entonces, que pocos años después ya estaban en el desprestigio o en el olvido; por otro lado, no se menciona a importantes personajes del mundo de la cultura, por ejemplo; en cuanto a la historia de la entidad, se repite la versión oficial priísta, tan llena de falsedades y omisiones.
A pesar de que en público y en privado los funcionarios del Instituto de Cultura aceptaron que la obra citada era necesario corregirla y aumentarla, nunca asumieron tal responsabilidad, con el pretexto de la carencia de recursos. Por el contrario, durante estos seis años siguieron promoviéndola a diestra y siniestra, con todos sus peros incluidos.
Igualmente, el gobierno de Ernesto Ruffo nunca convocó a simposios de historia, donde participaran especialistas que desentrañaran tantos enigmas de nuestro pasado; no publicó libros ni revistas sobre el tema; no apoyó de manera suficiente la instalación de museos; no fomentó el conocimiento de las culturas que nos antecedieron, como una manera de definir una identidad bajacaliforniana propia y de conformar una sociedad orgullosa de sus raíces.
Entonces, la administración encabezada por Héctor Terán Terán deberá agarrar el toro por los cuernos, evitando, eso sí, la escritura de una versión panista de la historia estatal. Será necesario que convoque de manera periódica a estudiosos de las diversas corrientes, para abordar el asunto de manera autocrítica.
La redefinición de la historia bajacaliforniana debe considerarse como una prioridad, que deberán realizar tanto autoridades como ciudadanos. Es preciso destinar mayores recursos para ello; que el ICBC cumpla con lo señalado en su ley de creación, realizando labores de investigación y difusión; de ser necesario, que se restablezca el Instituto de Investigaciones Históricas o se cree un organismo con las atribuciones referidas; que se promueva la participación en esta tarea de los medios masivos de comunicación.
Debe preservarse el patrimonio arquitectónico de la entidad, actuándose en coordinación con el Instituto Nacional de Antropología e Historia; dársele mayor importancia al conocimiento histórico en las escuelas, incluidos los niveles superiores; fomentar y apoyar la creación de museos comunitarios en todos los rincones de Baja California; estudiar a conciencia las culturas indígenas autóctonas, así como las demás que están presentes en la entidad, particularmente en San Quintín.
En fin. La construcción de un mejor mañana no debe partir de un borrón y cuenta nueva, de un olvido del ayer. Debe retomar la experiencia de nuestros antecesores, revalorarla. La vertiginosa e impredecible transformación social que está ocurriendo actualmente así lo exige.
Un 42 por ciento de los bajacalifornianos aún apoya al PRI. Si la población conociera su historia otro gallo cantaría.
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