REVISTA DE POR ACÁ

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lunes, 6 de agosto de 2007

La comunidad lo mantiene en pie

Publicado en el semanario Sietedías en enero de 1998.



Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar


Inaugurado con bombos y platillos el 24 de octubre de 1989, después de algunos años de trabajo por la comunidad y una inversión de casi cien millones de viejos pesos por parte de la administración interina de Oscar Baylón Chacón, el Museo Comunitario El Asalto a las Tierras, del ejido Michoacán de Ocampo, hoy ve con tristeza cómo las autoridades sólo lo recuerdan cada 27 de enero.

Aunque en su creación participaron el gobierno del estado y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en la actualidad el museo se mantiene sólo gracias al apoyo de la comunidad, dice su coordinadora, Bertha Chávez Villalobos.

Si bien durante la época ruffista, cuando Manuel Felipe Bejarano Giacomán dirigía el Instituto de Cultura de Baja California, se dieron algunos apoyos a éste y otros museos comunitarios, hoy la única relación existente se manifiesta en las exposiciones que el ICBC monta en el museo del Michoacán de Ocampo.

Por parte del INAH, nada, reitera Chávez Villalobos. Sietedías procuró en vano una entrevista con la delegada estatal de esta institución, Julia Bendímez Patterson, pero en lugar de ella se proporcionó al reportero una relación de los apoyos que se han dado al museo desde su creación.


Los primeros pasos

La inquietud porque se creara un museo comunitario en el ejido Michoacán de Ocampo, surgió primeramente en la profesora Yolanda Sánchez Ogás en sus trabajos de investigación por parte del Museo Hombre, Naturaleza y Cultura, del gobierno del estado (actual Museo Universitario), según cuenta ella misma.

Hacia 1984, Sánchez Ogás empezó a trabajar, por su cuenta, en la comunidad. Entrevistó a varios de los sobrevivientes del Asalto a las Tierras, como a Pedro Pérez Hernández, Emigdio Mora Pantoja, Filiberto Crespo y Petra Pérez viuda de Rentería, entre otros. (Frutos de este trabajo han sido algunas publicaciones de la investigadora, como la historia de vida de Petra Pérez titulada Para seguir accionando y el ensayo histórico Movimiento agrario en el valle de Mexicali.)

Posteriormente, se montó una exposición fotográfica en el museo estatal y se rindió un homenaje a los pioneros agraristas. Un año después la muestra se exhibió en los pasillos de lo que había sido la primera escuela primaria del Michoacán de Ocampo, construida en 1938 –y entonces extensión de la secundaria local.

Con motivo del quincuagésimo aniversario del Asalto a las Tierras, se expusieron en el patio de la escuela algunos aperos de labranza y se construyó una réplica de una casa de cachanilla, como las que utilizaron los incipientes ejidatarios después de aquel 27 de enero.

“Esa primera exposición despertó interés”, recuerda la coordinadora Chávez Villalobos, quien entonces era sólo espectadora de lo que estaba pasando y maestra de grupo en la primaria local.

Sánchez Ogás recibió una invitación a una reunión del comisariado ejidal y ahí expuso a los ejidatarios un proyecto de museo comunitario. “Pero pasaron los años y no hubo recursos”, dice ella.

En 1986 se creó el Centro Regional INAH en Baja California y Sánchez Ogás pasó a formar parte del equipo de la nueva institución, como responsable del programa de Museos Comuntarios. Se continuó entonces con las exposiciones en el ejido.

Tres años después, el 27 de enero de 1989, se aprovechó una visita del gobernador Baylón Chacón al Michoacán de Ocampo para exponerle el proyecto. El mandatario estatal se comprometió a restaurar la antigua escuela, que la comunidad había accedido a destinar para la instalación del museo comunitario.

Cincuenta millones de pesos fue lo ofrecido por el gobernador, pero a fin de cuentas se gastaron treinta millones más; el Instituto de Cultura, entonces dirigido por Jorge Esma Bazán, aportó diez millones para museografía, que realizó personal del INAH. La propia comunidad apoyó con quinientos pesos para gasolina, además de que puso mano de obra gratuita y colaboró con objetos.

Sánchez Ogás invitó a la profesora Chávez Villalobos a que se hiciera cargo de la coordinación del museo. La Secretaría de Educación y Bienestar Social extendió la comisión correspondiente, y la maestra atendió su nueva responsabilidad de tiempo completo.

“Teníamos la idea de rescatar todo lo relacionado con el Asalto a las Tierras –dice ella–, pero tanto así como contar con un guión museográfico, no”. El primer guión cronológico estuvo listo a principios de octubre, de manos de Sánchez Ogás.

“Sentíamos una emoción tremenda y también desconcierto. Ya presentíamos que iba a ser algo grande”, dice Chávez Villalobos, quien ahora atiende el museo de medio tiempo, pues ha renunciado a su comisión para hacerse cargo de la dirección de la primaria local.

El 24 de octubre fue el día de la inauguración. Acudieron autoridades y los sobrevivientes de la gesta agraria, y, claro, la comunidad en pleno, que disfrutó hasta del mariachi.


Voluntarismo

Todavía ahora, considera Sánchez Ogás, ningún otro museo comunitario en el país cuenta con las características que distinguen al de El Asalto a las Tierras. La mayoría se ha colocado en lugares provisionales y se forman por exposiciones temporales, pero en el Michoacán de Ocampo desde un principio se montó una muestra permanente, aunque se han presentado exposiciones temporales de manera simultánea.

Una vez inaugurado el museo se buscó darle dinamismo, cuenta Chávez Villalobos. “Empezamos a invitar a todo aquel interesado a participar, dimos mantenimiento al edificio e invitamos a las escuelas a que nos visitaran”.

Pero ella estaba sola en esos esfuerzos. Entonces llamó a su sobrino político Jeremías Guillén Román –nieto de Jeremías Guillén Rentería, uno de los luchadores del 37–, quien aportó su trabajo voluntario. Finalmente, la profesora gestionó ante las autoridades municipales y consiguió para su auxiliar una plaza de conserje.

La investigación y la recopilación de objetos continuaron, así como la sensibilización de la comunidad.

Hoy que se encuentra como directora de la primaria local, la profesora Chávez Villalobos está haciendo una prueba, dice, para ver si el museo puede seguir adelante por medio del trabajo de personas voluntarias de la comunidad. Pero reconoce que no ha gestionado que se comisione a alguien para que la apoye.

“Al museo no se le debe dedicar nada más el tiempo libre”, expresa.

Eventualmente los ayudan jóvenes prestadores de servicio social y el propio Jeremías Guillén ha empezado a servir de guía para los alumnos visitantes, dado su interés en conocer la historia de la comunidad. “Pero si tuviéramos personal trabajaríamos en dos turnos, se les daría capacitación”.

–¿Cuál es el apoyo que debe proporcionar el INAH?

–Se supone que asesoría técnica, apoyo en gestiones. Pero no hay nada.

En los últimos meses se ha reanudado la relación con el Instituto de Cultura, para que aproveche el museo como el espacio cultural de la comunidad que es. De esta manera se han montado ya tres exposiciones en ese local.

Y es que “un museo comunitario es un espacio abierto para difundir el patrimonio artístico y cultural”, explica la entrevistada.


Falta de dinero

Los recursos económicos con que cuenta el museo proceden de la propia comunidad, a través de la Junta de Mejoras, cooperaciones y donaciones de material, dice Chávez Villalobos. Además, de actividades propias, como bailes y rifas.

Piden también un donativo a quienes los visitan, pero pocos depositan alguna moneda en el ánfora colocada para tal fin.

En tres ocasiones el museo ha recibido recursos del Pacmyc (Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes). Con ellos han reparado pisos, mamparas y vitrinas, y ofrecido talleres al público en general. Además, realizaron un trabajo de investigación en la comunidad, que no se ha impreso precisamente por falta de dinero.

Sánchez Ogás asegura que en sus primeros años el INAH apoyaba al museo no obstante que la delegada estatal de la institución, Julia Bendímez Patterson, no mostraba ningún interés por este programa.

“Julia nunca tuvo buena relación con la persona encargada de Museos Comunitarios (a nivel nacional), Miriam Arroyo”, dice. Por el contrario, el Instituto de Cultura sí dio apoyos al programa –incluso, en 1992 se creó el museo comunitario de Estación Coahuila, que aún depende del ICBC.

Pero a fines de 1992 ocurrió un rompimiento entre el Instituto de Cultura y el INAH. La razón: “Hubo un mal uso de recursos económicos que el gobierno del estado había dado al INAH a través del Instituto de Cultura. Bejarano estuvo muy molesto y suspendió los apoyos”, cuenta la entrevistada.

Por ese tiempo, Sánchez Ogás también renunció al INAH, debido a desacuerdos con la forma de trabajar de la delegada federal. “Yo siempre le decía a Julia que hacía obras de papel, porque declaraba en los periódicos y la televisión cosas que jamás se hacían. A mí eso me molestaba mucho, porque como nosotros trabajábamos en las comunidades la gente nos preguntaba y no sabíamos nada”.

Durante dos años (1991-1992) desde la Ciudad de México se autorizaron partidas presupuestales para el programa de Museos Comunitarios. “La verdad es que esas partidas no se aplicaron como debía haber sido”, revela la entrevistada.

“Recuerdo muy bien que en el 91 los recursos que se aplicaron a Museos Comunitarios principalmente fueron al valle de Guadalupe y una mínima parte a San Vicente, y quedó un fondo por ahí que nunca supimos qué pasó con él pero no se aplicó a Museos.

“En el 92 pasó lo mismo y dijeron que los recursos (ocho millones de pesos) se habían aplicado en la misión de Santa Gertrudis”.

Esas situaciones ocasionaron su inconformidad, dice Sánchez Ogás. “Vi cosas que no me gustaron, y empecé a ser muy vigilada por el equipo cercano a Julia, a tener problemas”. Por eso renunció al INAH.

Sietedías no pudo obtener una entrevista con Bendímez Patterson, ya que, según justificó su secretaria, la funcionaria tenía una agenda muy apretada. Pero dio instrucciones a Elinora Topete, actual coordinadora de los museos comunitarios, para que enviara al reportero un informe por escrito de los apoyos brindados al museo El Asalto a las Tierras.

En el documento se hace un recuento de las actividades realizadas por Sánchez Ogás y su equipo desde la creación del museo. Se menciona también el proyecto técnico elaborado por la institución para que se construyeran los sanitarios públicos con que cuenta el museo, en 1994.

En seguida se asienta: “Además se realiza gestoría para la obtención de recursos y apoyos con los tres niveles de gobierno o programas programas (sic) que ofrecen estas instituciones como PACMYC (programa de apoyo cultural a municipalidaes [sic] y comunidades) a través de Culturas Populares y de la Secretaría de Desarrollo Social a través del programa de Apoyo al Servicio Social en beneficio a los promotores de los museos comunitarios durante el 94, 95 96 y 97.

“Brindamos apoyo en la promoción y difusión del Museo Comunitario de ‘El Asalto a las Tierras’ con folletería y cápsulas radiofónicas”. Es todo.


Centro cultural

Con ocho años en funcionamiento, el Museo Comunitario El Asalto a las Tierras es el centro de la vida cultural del ejido, expresa Sánchez Ogás –quien a pesar de no trabajar ya para el INAH no se ha desconectado de los museos comunitarios que ayudó a crear, pues forjó relaciones de amistad con las personas encargadas de ellos.

El museo del Michoacán de Ocampo tiene una afluencia aproximada de diez mil personas al año, dice, principalmente niños y jóvenes que acuden a sus salas durante los cuatro primeros meses del año, sobre todo.

El museo cierra los lunes, que es el día de descanso del conserje Jeremías Guillén, y algunos días en agosto, pues debido al caluroso clima las visitas se reducen.

En opinión de Sánchez Ogás, debería incrementarse el personal del museo, principalmente en los meses de mayor afluencia de visitantes; además, para hacer más efectivo el trabajo con los alumnos, llevar a cabo alguna actividad de retroalimentación al final del recorrido por las salas, e incrementar la difusión de las actividades que ahí se realizan.

"Ha sido bastante esfuerzo en todos los aspectos", dice ahora Chávez Villalobos.