REVISTA DE POR ACÁ

Con el objetivo de mostrar la cultura regional en todos sus aspectos, apareció en su segunda época en 2007, en formato electrónico.

Consúltala en línea
aquí: volumen 1 y volumen 2.

También la puedes descargar, en formato pdf: volumen 1 y volumen 2.

lunes, 6 de agosto de 2007

¿Perecedera, nuestra literatura?


Publicado en Sietedías en 2005.



Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar


Walter tiene 14 años y gusta de la lectura. A diferencia de la mayoría de sus compañeros, se inclina por libros distintos de los de moda; busca aquellos que sacien su sed de leer. En el presente ciclo escolar, por ejemplo, ha preferido las novelas “El Zarco”, de Ignacio Manuel Altamirano; “Las buenas conciencias”, de Carlos Fuentes, y “La vuelta al mundo en ochenta días”, de Julio Verne. El común de los estudiantes de su escuela, por el contrario, ha optado por obras como “El fantasma de Canterville”, de óscar Wilde, o “El principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, tal vez por su brevedad o por ser las clásicas lecturas de los secundarianos.

Walter no piensa así. Me parece que la novela de Altamirano, o la de Fuentes, a fin de cuentas la dejó para leer otra menos extensa, pues se acercaba la fecha de entrega de su reporte escrito y no alcanzaría a terminarla. Pero su pretensión inicial era sumergirse en las aventuras del bandolero decimonónico (en el primer caso) y conocer las aflicciones del adolescente de familia no-tan-bien en la sociedad de Guanajuato de mediados del siglo pasado (en el segundo).
Recientemente se propuso leer la novela “Tijuana City Blues”, de Gabriel Trujillo Muñoz. Tuvo conocimiento de ella al visitar el sitio de Internet “Atrapad@ entre las páginas”, y tomando nota ahí mismo de los teléfonos de las librerías locales, investigó dónde podría encontrarla. Le dijeron que no la tenían en existencia, pero que podía encargarla a un costo aproximado de trescientos pesos.

Intrigado, me lo comentó una mañana. El precio me pareció excesivo; “debe haber un error”, le dije. Vi en él un interés tan grande en conseguir la novela, que me ofrecí a ayudarle en su búsqueda. Pero las referencias en la red me indicaban que dicho título se encuentra agotado. Entonces me comuniqué con el autor, quien me contestó que mi alumno podía ir a comprarle directamente la obra.

Por fin, fue el padre de Walter quien acudió ante Trujillo Muñoz. Después, un sonriente joven lector me mostraba su nuevo libro y lo prestaba a sus compañeros, quienes lo hojeaban y comentaban.

Creo que el primer caso se dio con “Una de dos”, la breve novela del también nativo de Mexicali Daniel Sada, quien vino precisamente a esta ciudad a presentarla, hace ya más de una década. Narré a mis alumnos de ese año 2000 cómo había ocurrido mi entrevista con el escritor y escucharon divertidos las anécdotas que él me contó de sus primeros años aquí (de la maestra de piernas bonitas del jardín de niños “Federico Froebel”, a la que soñaba como su segunda mamá). El interés de los jóvenes de tercer grado creció al conocer el inicio de la historia de las gemelas Gamal, aquéllas tan parecidas entre sí y tan unidas que terminaron compartiendo el novio, sin que él lo supiera.

Algunas alumnas --sobre todo: los niños se rehúsan generalmente a leer una novela o un cuento cuyo protagonista sea femenino-- leyeron la novela, la recomendaron a sus compañeras, alguna la compró, otra obtuvo fotocopias del ejemplar… Entonces decidí ya no prestar el que aún conservo autografiado por Sada, para no terminar perdiéndolo.

Adivine usted, lector o lectora, cuál fue el siguiente escritor bajacaliforniano que presenté a mis alumnos y alumnas… ¡Acertó!: Gabriel Trujillo Muñoz. Visitando una pequeña librería que se localizaba por la avenida Panamá, casi junto a la calzada Justo Sierra, me encontré con la pequeña novela titulada “Espantapájaros”. No soy adepto de la ciencia-ficción, pero sé del gusto que les depara este género a los adolescentes. Entonces adquirí un ejemplar para prestárselo a los jóvenes… hasta que mejor decidí conservarlo en mi biblioteca personal.

Poco después algunos alumnos de tercer grado llevaron al aula las novelas “Mezquite Road” y “Tijuana City Blues”, creo que ambas autografiadas a sus padres por el propio autor. Una vez terminado ese ciclo escolar, ambas obras no han sido leídas de nuevo en la escuela --ahora sí, gracias a Walter.

Finalicé esta primera etapa de presentación de escritores locales con “Conjurados”, del mismo Trujillo Muñoz. El ciclo pasado, Andrea, una alumna de segundo año, extravió el ejemplar que me había firmado su autor, y apenada fue en su busca, con el fin de comprarle uno nuevo y pedirle que estampara en él su autógrafo para su profesor de Español.

He querido seguir invitando a mis alumnos a que lean otras novelas de escritores bajacalifornianos. Pero me ha detenido la ausencia de ejemplares en las librerías locales. ¿Dónde podrían conseguirlos los jóvenes estudiantes?

Como maestro, me topo aquí de nuevo con el mismo problema al que me he enfrentado anteriormente como periodista cultural e interesado en la creación artística regional: la falta de una política de reedición por parte de las instituciones, particularmente la Universidad Autónoma de Baja California y el Instituto de Cultura del estado, las principales editoras de libros de autores locales en la entidad.

¿Dónde están ahora obras narrativas importantes como “Apetencias del alma”, de óscar Hernández; “El agente secreto”, de Rosina Conde; “Historias de la guerra menor”, de Sergio Gómez Montero; “Si tarda mucho mi ausencia”, de Javier Fernández Aceves; “Mediodía sin fronteras”, de Francisco Lizárraga; “El gran preténder”, de Luis Humberto Crosthwaite, o “Laberinto”, de Trujillo Muñoz --por mencionar sólo algunos cuentos y novelas?

La lista se agrandaría si nos referimos a la poesía, o incluso a antologías fundamentales como “Parvada. Poetas jóvenes de Baja California”, “Antología de la nueva narrativa bajacaliforniana”, “Un camino de hallazgos. Poetas bajacalifornianos del siglo XX”, “Baja California. Piedra de serpiente”, o “El cuento contemporáneo en Baja California”. (Más aún, si pensamos en obras de temática histórica.)

¿Dónde están las novelas, los cuentos y los poemarios más recientes? ¿En cuál librería de Mexicali pueden conseguirse los libros de los escritores tijuanenses, tecatenses, ensenadenses…? ¿Hay y habrá suficientes ejemplares para los alumnos secundarianos y preparatorianos actuales, y para quienes los sucederán en las generaciones venideras?

¿Por qué se nos priva de conocer nuestra literatura contemporánea a quienes no tuvimos la fortuna de conseguir alguno de los 300 ó 500 ejemplares que se editaron de cada título; a quienes no gozamos de la cercanía con el autor o la autora, que nos hubiera valido para contar al menos con un ejemplar, ya fuera en venta o como obsequio? ¿Dónde está la labor de divulgación de nuestras letras entre los jóvenes bajacalifornianos? ¿Cómo podemos esperar que ellos valoren lo que nos pertenece, si no lo ponemos a su alcance?

Podrá aducirse que con relativa facilidad pueden conseguirse o encargarse obras de escritores como Federico Campbell, Luis Humberto Crosthwaite, Jorge Ruiz Dueñas y los mismos Sada y Trujillo Muñoz, entre otros pocos. Es cierto, Dios es muy grande. ¿Y cuántos ejemplares de sus obras están disponibles actualmente en la ciudad? Las novelas que he mencionado de Trujillo Muñoz y que fueron editadas por casas comerciales, son inexistentes hoy en día en Mexicali. De Crosthwaite no recuerdo haber visto algún título en las librerías locales. Sí de Sada, Campbell y Dueñas, y parémosle de contar.

¿Es que la literatura bajacaliforniana tendrá el triste destino de ser perecedera ante los ojos de los editores oficiales; de quedar como mera referencia en artículos, ensayos, antologías, mientras tales artículos, ensayos y antologías estén a su vez disponibles también? ¿Cuál es la “vida útil” de nuestra narrativa, nuestra poesía, nuestra dramaturgia, nuestra historia regional?

Es triste acudir a ferias de libros en la ciudad con una reducida presencia de autores locales. ¡Qué gusto ver que nuestros escritores son reconocidos en el centro del país, en el extranjero! ¡Pero qué injusticia que no podamos conocer y disfrutar su obra, mucho menos divulgarla entre nuestros niños y jóvenes!

¿Será necesario que recurramos al fotocopiado para que tengan acceso a la literatura que se ha creado en su propio estado en las dos últimas décadas? Me temo que ésa seguirá siendo la opción, por lo pronto. Ni modo. De los males, el menor.