REVISTA DE POR ACÁ

Con el objetivo de mostrar la cultura regional en todos sus aspectos, apareció en su segunda época en 2007, en formato electrónico.

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lunes, 6 de agosto de 2007

¡Yo protesto!

Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar



El Salón de Actos ha sido derribado, me contó mi madre, y yo la escuché boquiabierto. Ella había sido televidente-testigo de la acción criminal.

Yo lo vi después: un rectángulo muerto, por una de cuyas esquinas puede apreciarse la escuela “Amado Nervo”. Muerto todo, aunque dicen que ahí se levantará una biblioteca…

Definitivamente, cada vez el pueblo me gusta menos. Y no es que esté en contra del progreso, que quiera un Guerrero Negro siempre igual, alejado de toda mejoría, en donde no se perciba el paso del tiempo.

Para nada.

Pero es en estos días en que he vuelto de vacaciones, con todo el gusto del mundo, que otra vez he observado con tristeza cómo, al parecer, estamos empeñados en acabar poco a poco con nuestra historia, y de paso con nosotros mismos.

Primero fue el Alto, luego los colectivos y ahora el Salón de Actos, que fue sede de importantes acontecimientos de la historia guerreronegrense (no “negroguerrerense”, por favor): asambleas sindicales, donde se tomaron acuerdos cruciales para la comunidad; festivales y graduaciones escolares, que daban cuenta del desarrollo educativo y cultural de la población; fiestas populares de todo tipo, donde se continuaba con los milenarios ritos de la socialización; funerales, en que se honraba y despedía a hombres y mujeres, niños y adultos, que habían puesto su granito de arena en la construcción de esta singular ciudad.

Todo eso les valió madre. Ladrillo tras ladrillo cayeron al suelo y sólo quedó un rectángulo muerto.

¿No hay mal que por bien no venga? ¿E1 fin justifica los medios? ¿Tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata?

Como guerreronegrense de nacimiento y de corazón, ¡protesto enérgicamente por este crimen continuo que estamos cometiendo contra nuestro patrimonio cultural! ¿Y aun así nos podemos proclamar defensores de nuestro entorno?

¿Alguien está consciente ya de lo que estamos haciendo con nuestra historia? ¿Cómo es posible que, mientras en otros lugares se toman medidas para proteger y preservar los edificios históricos —no muy lejos, las misiones de Santa Gertrudis y San Borja—, aquí los derribemos, porque nos estorban o afean el paisaje?

¿Será necesario eliminar el Alto, los colectivos, el Salón de Actos —más lo que se acumule? ¿No somos capaces de conjuntar el progreso con la conservación, el ayer con el mañana? ¿Qué cuentas les rendiremos a nuestros niños?

Hoy no encuentro dónde explayar mis recuerdos, porque cada vez que recorro el pueblo se parece menos a lo que viví. Ahora hallo un moderno conjunto habitacional, ajeno a nuestras raíces y a nuestra identidad. Veo un paisaje que no corresponde al que conservo en mi mente, Y empiezo a sentirme extraño en las calles en donde crecí.

De veras, aunque me digan sangrón, cada vez me gusta menos el pueblo.