REVISTA DE POR ACÁ

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martes, 20 de noviembre de 2007

¿Puerto libre?


Publicado en 2005.



Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar


Dicen que la verdad no peca, pero incomoda. Cuando se nos pone frente a nuestro propia imagen, cuando se nos descubren nuestros errores y miserias humanas, resulta difícil encarar la realidad que hemos preferido olvidar o al menos mantener oculta ante los demás. Y tal actitud es, simplemente, signo de inmadurez.

Cuando en la prensa se vierten opiniones desagradables para nosotros, y no disponemos de argumentos para oponerles, el insulto es la única salida posible. ¿Qué nos queda, a falta de válidas defensas?

Y si al presidente Vicente Fox y a su esposa Marta (¿o será más correcto escribir: “la presidenta Marta Sahagún y su esposo Vicente”?) les molestan los señalamientos de periodistas críticos, ambos recurren al denuesto. Antes los señalaban de irresponsables; hoy los acusan de refriteadores de información, difamadores o calumniadores. Lo menos que les endilgan es el adjetivo de seudoperiodistas.

Y si a un grupo de ciudadanos les causa escozor una crítica, de inmediato alzan sus voces para reclamar porque tal o cual caricaturista, columnista, ensayista, osó tocar con el pétalo de sus agudos juicios al gobernante en turno o al terruño de sus amores.

Los últimos días nos han dado muestra del grave riesgo en que nos encontramos como país, ante la avanzada que han logrado los grupos más conservadores y retrógrados, peligrosos porque esconden su verdadero rostro bajo la apariencia de tiernas e inofensivas ovejas. Y su embestida va directa en contra de lo que hemos alcanzado en el camino hacia una nación justa y democrática. Se pronuncian por el endurecimiento del tejido social para acabar con la delincuencia, y por el acallamiento de la crítica para “quitarle el freno al cambio”.

Intolerancia oficial

El 27 de febrero pasado, la revista Proceso (núm. 1478) publicó una nota firmada por la periodista argentina Olga Wornat, en la que ésta reprodujo fragmentos de un documento presentado por la propia Marta Sahagún ante los tribunales eclesiásticos, en la búsqueda de la anulación de su primer matrimonio.

En esa ocasión, la señora de Fox aparentó no querer darle mayor importancia al hecho. Pero todo cambió semanas después, tras haber salido a la venta el libro Crónicas malditas desde un México desolado, donde Wornat, su autora, presenta duros señalamientos sobre el presunto tráfico de influencias del que se han beneficiado los hijos de la también llamada primera dama.

Ante el escándalo que se iniciaba, y en una quema distractora de fuegos pirotécnicos, la actual huéspeda de la residencia oficial de Los Pinos presentó una demanda civil contra la reportera argentina y el semanario. Sin embargo, cubiertita por su piel de oveja, desde su oficina doña Marta propició que se creyera la especie de que se denunciaba solamente a la reportera por la publicación de las denuncias contra sus hijos.

De inmediato, la revista e importantes analistas, investigadores y periodistas advirtieron sobre lo que en realidad era “una agresión desde el poder”. En un editorial (núm. 1488, 8-V-2005), el semanario señaló: “El litigio que viene tiene que ver, pues, con derechos fundamentales que al país le ha costado mucho esfuerzo adquirir y conservar. (…) Pero el tema no se limita al ámbito jurídico. Se trata del poder y de su ejercicio arbitrario. El poder trastorna y quienes se asumieron como adalides del cambio, quienes se colocaron la medalla de redentores después de llegar a Los Pinos, muestran hoy su verdadero rostro: el de la intolerancia”.

Rostro que apareció ante las cámaras finalmente el pasado viernes 3, cuando el presidente Vicente Fox se ufanó en Colima de “las faldas” de su esposa y presumió: “Nunca antes una Presidencia de la República, una primera dama se animó a enfrentar a la prensa; a la prensa, en particular, que calumnia o que engaña”. Más claro el origen de la demanda legal, ni el agua.

De inmediato, Proceso se declaró agraviado y presentó, ese mismo día, una queja ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a la que le pidió que sancione públicamente al titular del Poder Ejecutivo federal. El director de la revista, Rafael Rodríguez Castañeda, dijo a La Jornada que “el presidente Vicente Fox (…) olvida que sus declaraciones tienen un efecto que va más allá de los comentarios, en un sistema presidencialista en el que el gobierno de la República recae en su persona, lo que alienta una interpretación que establece un rechazo a los medios de comunicación que laboran de forma crítica, lesionando el ejercicio de la libertad de expresión” (http://www.jornada.unam.mx/2005/jun05/050604/003n2pol.php).

He ahí el riesgo que estamos corriendo: que, en esta época tan convulsa social y políticamente, gobernantes y grupos de poder se envalentonen con la actitud presidencial e incrementen sus empeños por acallar a la prensa realmente cuestionadora y honesta.


¿Tierra de todos?

En nuestro estado, y en otro ámbito, también se pugnó (o seguirá pugnándose, quizá) por atacar la libertad de expresión, conquistada tan penosamente por los mexicanos. El objeto de los ataques en este caso no ha sido un periodista, sino el escritor tal vez más conocido de los nativos en la entidad.

Ya se ha informado en estas páginas de cómo causó una gran polémica la publicación del texto de Gabriel Trujillo Muñoz titulado “Tijuana: Puerto libre, tierra de todos” –que forma parte del libro La cultura bajacaliforniana y otros ensayos afines, editado por el CECUT y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y que fue reproducido en la edición de mayo de la revista TijuanaMetro.

El periodista Jaime Cháidez Bonilla publicó (Sietedías, núm. 434, 4-VI-2005) el recuento de una jornada radiofónica (la del 26 de mayo anterior), en la que el conductor Manuel Suárez Soto, de la estación tijuanense Radio Capital, incitó a su auditorio a que se manifestara en contra de los juicios del escritor sobre su ciudad. Azuzados por el locutor, los radioescuchas tomaron el teléfono furibundos y lanzaron encendidas acusaciones al autor de los fragmentos que estaban escuchando.

Y en quienes podríamos esperar que dominaran la cordura y la amplitud de criterio, precisamente tales cualidades están ausentes. Fue el profesor de la UABC Juan Jaime Ojeda quien facilitó el texto a Suárez Soto (conductor que, dicho sea de paso, puso en evidencia su nivel de conocimiento de la actualidad cultural local, pues desconocía quién era Gabriel Trujillo Muñoz y tampoco tenía mayores antecedentes de la revista TijuanaMetro, con varios años de ser publicada en la vecina ciudad).

Pues el profesor Ojeda no está solo en sus carencias: según dijo por el teléfono, maestros de las facultades de Derecho y de Odontología de nuestra máxima casa de estudios enviarían sendas cartas al autor del texto y al rector Alejandro Mungaray Lagarda, repudiando los juicios del escritor. Y él mismo anunció: “Yo en lo personal voy a hablar con los regidores de extracción nuestra (sic) para que en sesión de Cabildo le dé lectura a este libelo denigrante y si así lo consideran declaren persona no grata a este personajete (sic)”.

(El 30 de mayo, por su parte, el coordinador del Grupo 21, Olegario Miller Gastélum, manifestó también su molestia y la de sus compañeros, pues en su opinión las afirmaciones del escritor “en nada ayudan a la imagen de esta ciudad”.)

¿Declarar “persona no grata” a quien expone sus apreciaciones públicamente? ¿No será suficiente con disentir de lo opinado por el otro? ¿O, mejor, con trabajar para que las miserias que no se deseen descubiertas desaparezcan y dejen su paso a una nueva realidad, de la cual sentirse orgullosos?

¡Cuidado! La libertad de expresión no ha sido un regalo de los dioses. Ahora, que presuntamente estamos construyendo una nueva nación, no abramos otra vez la puerta a la intolerancia. Hagamos en verdad, de México y Baja California, como diría Trujillo Muñoz, un “puerto libre”, una “tierra de todos”.

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