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sábado, 25 de octubre de 2008

El Binacional de Danza, producto de veinte años necios


Publicado en Sietedías el 25 de abril de 1998.


Al paso de dos décadas, la danza contemporánea en Mexicali empieza a posesionarse de un lugar propio



Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar

"Ha sido por necedad, por constancia; no ha resultado fácil", dice Carmen Bojórquez, maestra de danza y coreógrafa. Se refiere a uno de los grandes logros de su trabajo de casi dos décadas promoviendo la danza contemporánea en la ciudad: la realización de seis encuentros binacionales de grupos ejecutantes de este género escénico.

Como docente universitaria, Bojórquez creó en 1983 Paralelo 32, agrupación que ha destacado por su calidad, y en su décimo aniversario dio vida a este evento anual. Hoy es coordinadora del área de danza en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), pero sigue sintiéndose "paralela", dice.

Todavía sorprendida por la polémica que ocasionaron los desnudos en el cartel promotor del actual encuentro binacional, comenta: "Ni más ni menos hoy (martes 21) me encontré un cartel tirado en el piso, rayado y pisoteado, con saña... Yo pensé que ya no existía eso".

De cualquier manera, la fiesta de la danza contemporánea se lleva a cabo en Mexicali por sexta ocasión consecutiva. El Teatro Universitario recibe –bajo los auspicios de la UABC y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en iguales porcentajes– a seis grupos mexicanos, dos estadounidenses y uno canadiense, además de los dos locales: el ya mencionado Paralelo 32 y Lindero Norte (antes Taller Coreográfico de la universidad estatal).

Son casi veinte años en que los mexicalenses han tenido un cada vez mayor acercamiento a este género dancístico. Asimismo ha puesto en ello su granito de arena Patricia Aguilar, bailarina llegada del Distrito Federal a principios de la década, quien en 1991 conformó el Taller Coreográfico de la UABC, grupo considerado por algunos rival de Paralelo 32.

"(La danza contemporánea) ha crecido muchísimo en Mexicali, hay talentos excelentes –dice Aguilar–. Ha habido grandes logros, como es, por ejemplo, este encuentro, magnífico, porque le permite a la gente no sólo acercarse a la danza, sino conocer las diversas corrientes, las diversas formas de creación de cada coreógrafo.

"Mexicali ya es reconocido a nivel nacional como un lugar donde hay buenos bailarines".


Tradición de dos décadas

Según el escritor Gabriel Trujillo Muñoz, en su artículo titulado "La danza contemporánea en el noroeste de México: Antares y Paralelo 32" –que se incluye en el libro Cuerpos más allá de las fronteras, de la UABC y la San Diego State University–, la danza contemporánea apareció en Baja California en la década de los setenta, con el Ballet Concierto de Tijuana, coordinado por Antonio Galindo, y la escuela Gloria Campobello, de Margarita Robles Regalado, en Mexicali.

Fueron los primeros pasos. Al iniciarse los ochenta, Carmen Bojórquez arribó a la entidad y en la capital dio cohesión al incipiente grupo de la Casa de la Cultura. "Puedo asegurar con orgullo que las primeras clases (de danza contemporánea, en Mexicali) las di yo", manifiesta ahora Bojórquez.

Para 1983, a la coreógrafa y bailarina "alumna de Josefina Lavalle, Rosa Reyna, Valentina Castro y Waldeen", la Casa de la Cultura le quedaba chica. Entonces recibió el apoyo de la universidad y el 13 de marzo de 1983 fundó el grupo Paralelo 32.

Los años siguientes fueron de consolidación. Adquirieron poco a poco presencia independiente bailarines de la talla de Eunice Hidalgo y Manuel Torres. Esto llevó a un alto temporal en el camino del grupo, a principios de los noventa.

En ese tiempo llegó Patricia Aguilar, procedente de la ciudad de México, donde había estudiado en la escuela del Departamento del Distrito Federal, el INBA y la Escuela de Perfeccionamiento para Maestros y Bailarines Ollin Yoliztli –posteriormente tomaría cursos en Nueva York y en el Centro Nacional de Danza Contemporánea de Querétaro.

"Me encontré con un gran número de gente que estaba interesada en la danza y con grandes aptitudes –recuerda ella–. Paralelo estaba en ese momento en un break; los principales bailarines, fundadores (Hidalgo y Torres), estaban en la ciudad de México. Seguían aquí gente de Paralelo, pero había mucha gente nueva, que escasamente tenían un curso. Para mí fue muy motivador ver a tanta gente con aptitudes, interesadas en acercarse a la danza.

"Inmediatamente que llegué entregué proyectos por todos lados; me llamaron de la universidad, cosa que me hizo muy feliz, porque tenía la oportunidad de estar en lo que sé, lo que ha sido mi vida, que es la danza".

Aguilar sustituyó brevemente a Bojórquez en las clases y dio vida al Taller Coreográfico de la UABC. Poco después regresaron los bailarines y la misma Bojórquez, y Paralelo 32 retomó su camino, a partir de 1991.

Durante algunos años los dos grupos coexistieron dentro del ámbito universitario, sin evitar las rencillas producto de la competencia. Ambos practicantes del mismo género, su estilo era diferente. Explica Aguilar: "La línea que maneja Paralelo es más ir detrás de lo que es el movimiento, y el Taller Coreográfico está más interesado en hacer trabajo interdisciplinario: utilizar otras áreas como herramientas para lograr el fin, la obra.

"(Nosotras) nos acercamos a gente de teatro, de las letras, a músicos, a artistas plásticos, porque queríamos hacer un trabajo interdisciplinario y además algo muy importante: trabajar mucho el interior, para poder proyectar todas las emociones y sensaciones".

Casi de manera simultánea ambos grupos alcanzaron una etapa importante en su desarrollo: la dirección de Paralelo 32 fue dejada por Bojórquez, quien asumió la coordinación de danza en la universidad, y el Taller Coreográfico se convirtió en el grupo independiente Lindero Norte, que tiene su sede hoy en la Casa de la Cultura.

"Terminó ese ciclo en la universidad –explica Aguilar–. Tenemos planeado hacer muchas cosas que posiblemente sí se pudieran hacer en una institución, pero nuestra idea es que cada una de las integrantes de Lindero Norte se pueda involucrar más con todo lo que es el quehacer alrededor de un espectáculo dancístico, y de esa manera hacerlas más responsables de los resultados.

"Esto es lo que nos ha llevado a la independencia. La participación de ellas (las bailarinas) ha sido muy activa en todo lo que es organización, administración, buscar funciones. Están más interesadas trabajando, porque saben que no depende más que de ellas lo que se pueda lograr".

Con recursos propios, pero también con el apoyo de la Casa de la Cultura, el Instituto de Cultura de Baja California y la Escuela Profesional de Danza, Lindero Norte continúa su trabajo artístico. Este miércoles 29 se presentarán en el Teatro de la Ciudad de Ensenada, para celebrar el Día Internacional de la Danza, y del 30 de julio al 3 de agosto ofrecerán tres funciones en la Comarca Lagunera.

Paralelo 32, mientras tanto, después de haber tenido una dirección colectiva en 1997, hoy es dirigido por Verónica Gaytán, una de sus fundadoras. Y algunos bailarines mexicalenses que han abrevado de esta tradición de casi dos décadas, "han comenzado ya a volar, porque para eso son las alas" –en palabras de Aguilar–: Eunice Hidalgo participa dentro de las filas del reconocido grupo sonorense Antares, al igual que Isaac Chau (actual becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes).

"Ya se está formando la tercera generación (de bailarines mexicalenses)", comenta Bojórquez, quien se mantiene en su labor educativa ("la única actividad que no he dejado ni dejaré, porque es la que más me gusta, es la de dar clases. Yo antes que ser nada en danza soy maestra de danza").


Danza autofinanciable

De una vida joven (nació apenas a fines del siglo pasado, en Europa), la llamada danza moderna –en México se le conoce como contemporánea– necesita profesionalizarse, en el sentido de que pueda ser un medio de sustento para sus ejecutantes, señala Bojórquez.

"Lo que ha sido más difícil que nada es que la gente se acostumbre a que (la danza) es una actividad que tiene un costo, como ir al cine –comenta–. Mientras esto no se logre no vamos a poder profesionalizar la danza localmente, en cuanto a que los que a ella se dedican puedan vivir de esto".

Y es que, de manera paradójica "el que menos puede vivir de la danza es el ejecutante. Puede vivir el maestro, el coreógrafo, el promotor, pero el bailarín casi nunca".

"Yo vivo de la danza, y quizá también Manuel Torres –agrega–. Pero yo soy promotora y creadora, maestra; pero el que es bailarín, como Manuel, a veces necesita dar clases, montar bailes de quince años por aquí y por allá, bailes a los clubes sociales. No vive, pues, de su especialidad".

Y es que los honorarios percibidos por las presentaciones o lo que se recauda de la venta de boletos de las funciones, se invierte en pagar a diseñadores, promotores, iluminadores, etcétera, "y al que se sube al escenario casi nunca le toca nada". Esto ocurre porque la sociedad considera que los espectáculos dancísticos, y los culturales en general, deben ser un servicio social del gobierno –dice la entrevistada–, ofrecidos gratuitamente al público.

"En la medida en que la sociedad vaya asumiendo la danza como algo más en el presupuesto que destina familiarmente a la recreación", se va a solucionar esta problemática, considera.

"Ahorita la gente se queja porque estamos cobrando treinta pesos y dice: '¡Uy!, la universidad se embolsa tanto', pero no es ni la tercera parte de lo que costó (el binacional)".

Y se refiere específicamente a este encuentro anual de danza: la realidad, asegura, es que cada vez resulta más difícil llevarlo a cabo, porque el presupuesto no se incrementa en un porcentaje suficiente. "Por ejemplo, en los primeros años podíamos dar cursos que ayudaban a capacitar, a incrementar, a favorecer la formación de los que están estudiando danza o que imparten clases. Pero ya hoy en día, el presupuesto (apenas) alcanza, arañando las paredes, para pagar a los grupos.

"Yo no sé cuánto tiempo más vaya a sobrevivir el binacional, pero espero y deseo –y sé que la universidad también lo desea, y el INBA– que sobreviva", externa. "Hasta ahorita nadie me ha dicho que éste es el último, ni mucho menos, pero yo sé que cada día es más difícil. A lo mejor el próximo año en lugar de diez grupos son cinco, qué sé yo".

Recuerda cómo desapareció otro magnífico festival –como lo califica–, el llamado Octubre Internacional, realizado en Mexicali anualmente durante los ochenta.

"Vamos a suponer que el año que entra el INBA recortara su presupuesto y quitara los apoyos a los festivales, no sé si la universidad pudiera solventar éste por sí sola. Entonces, la única manera de que sobreviva es que sea autofinanciable".


La nobleza del arte

Bojórquez pone énfasis en la valorización de la actividad artística por parte de la sociedad: "El arte es el alma de los pueblos", expresa.

Si desapareciera el encuentro binacional, o la danza en el mundo, la vida de todos modos continuaría, dice; pero ya no existiría una conciencia colectiva, que es el arte en cualquiera de sus manifestaciones.

"Nosotros conocemos lo que fue de los hombres del pasado por lo que nos dejaron en su arte. Yo me imagino que dentro de quinientos, seiscientos años, alguien encontrará estas fotos (de los encuentros binacionales), o habrá una presencia de lo que hicimos, y entonces podrán decir: '¡Ah, miren!, eran así, creían en esto, pensaban en esto'. Podrán esos humanos del futuro tener raíces de donde agarrarse".

"Afortunadamente, lo único que perdura del hombre es lo bueno, y dentro de las cosas más nobles que hace el hombre está el arte", señala.

–Con las actividades artísticas se podrán desterrar los prejuicios, como el de las protestas por el cartel promocional del encuentro –le comenta el reportero.

Ella niega con la cabeza. "Yo lo pensaba así, pero lo que pasa es que seguirá habiendo partes cerradas, que no se van a poder permitir jamás el lujo de abrirse a estas actividades.

"No sé... habrá que esperar".

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