REVISTA DE POR ACÁ

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viernes, 19 de diciembre de 2008

La reducida visión editorial del ICBC



Publicado en La Crónica el 17 de julio de 1995.



Por Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar


En estos últimos tiempos, indudablemente que el mayor apoyo a la literatura regional lo ha brindado el Instituto de Cultura de Baja California. Alrededor de cuarenta títulos publicados a lo largo de cuatro años así lo confirman. La Universidad, la otra institución en donde los escritores bajacalifornianos han encontrado respaldo a su creación, últimamente se ha dedicado más a la edición de libros históricos.

En su labor de promoción y fomento de la literatura, el ICBC ha brindado espacios para la presentación de libros y revistas en forma gratuita, en Mexicali, Tijuana y Ensenada, y esporádicamente en Tecate. Ha publicado también una revista cuatrimestral (Voces y Reflejos), donde la creación literaria tiene un lugar preponderante.

¿Qué se puede objetar a esta labor?

a) La exclusión. Hay una insuficiencia de ediciones de tema histórico. La úrica obra de este tipo publicada por el ICBC durante el ruffismo, es el libro Huellas cachanillas, de Valdemar Jiménez Solís. Otras hacen referencia al devenir histórico de la entidad, pero solo en forma marginal. No se publicaron ya las memorias de los distintos ciclos de conferencias de historia regional, realizados en todo el estado, a pesar de que el Instituto repetidamente se comprometió a hacerlo.

De igual manera, no se realizó una nueva edición del Diccionario enciclopédico de Baja California, no obstante de que en público y en privado se reconoció que la primera (de 1989, durante la administración del gobernador Oscar Baylón Chacón) adolece de graves omisiones y subestimaciones, pues —opinión personal— se produjo más con sentido tricolor que histórico; y a pesar también de que la fracción VI del artículo 13 de la Ley de Creación del Instituto, indica que éste revisará el contenido de esta obra, así como incrementará y actualizará su acervo.

b) La insuficiente difusión. Las presentaciones editoriales efectuadas por el ICBC se llevan a cabo con una asistencia promedio de quince personas (en Mexicali, y menor en Tijuana y Ensenada), pues para los funcionarios del Instituto es el propio escritor quien debe invitar a su público, según lo manifiestan.

Por otra parte, la distribución de los libros editados por el ICBC se realiza en las librerías, pero sin una debida promoción a través de los medios informativos. La mayor parte del tiraje se ha quedado en bodegas, apolillándose –literalmente hablando, como lo notificó a sus superiores el autor de estas líneas hace dos años–. Cuando quien esto escribe sugirió que se enviaran libros a las bibliotecas públicas del valle, la respuesta que se le dio fue: "¿Y tú crees que los van a leer?". Pero ahora sí, en plena campaña electoral, el gobernador ha repartido libros a diestra y siniestra, vaciando las bodegas casi por completo.

En las representaciones del Instituto en los municipios la distribución editorial es pésima, a grado tal que la administración del ICBC optó por lo más cómodo: recoger el material y devolverlo a Mexicali, en lugar de subsanar la situación.

c) Promoción de funcionarios. Si bien los libros llegan por suerte a los bajacalifornianos, sí se pueden encontrar en las oficinas de los funcionarios, con una tarjeta de Manuel Felipe Bejarano Giacomán adherida. Recientemente, que se publicaron los Premios Estatales de Literatura 1994, titulares de dependencias de los tres niveles de gobierno recibieron una colección recién salida de la imprenta, como obsequio; a los propios autores, en cambio, se les entregó su dotación a cuentagotas.

El Diccionario enciclopédico se distribuye a discreción, obsequiándose a los visitantes del gobernador y a sus anfitriones en las giras del mandatario. Para el bajacaliforniano común, en tanto, el precio por ejemplar es de 150 nuevos pesos.

d) El deficiente apoyo a los noveles escritores. Quienes empiezan a escribir y buscan el apoyo del ICBC, encuentran un lugar en las páginas de la revista institucional y, si cuentan ya con obra publicada, un espacio para su presentación. No más.

Becas, certámenes para ellos no existen. Si buscan un apoyo económico, deben participar en concursos al mismo nivel de escritores ya formados, con trayectoria y reconocimiento. Y regresar a casa con sus obras bajo el brazo.

El taller para escritores jóvenes en Ensenada ya no existe. En Tecate funciona solo uno infantil, al igual que en Mexicali. Únicamente en Tijuana se cuenta con un taller para escritores.

En la capital del estado se fundó el Centro de Estudios Literarios (CEL), creado por el poeta Mario Bojórquez, quien pretendía que sus egresados fueran capaces de "tener una redacción con calidad, casi perfecta, bastante eficiente", según lo manifestó al autor de estas líneas en entrevista aparecida en La Crónica el 30 de enero de 1992. Quien esto escribe, corrector de estilo del ICBC, puede afirmar, tres años después de la entrevista con el poeta, que tal objetivo no se alcanzó.

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